sábado, 26 de noviembre de 2011

Sopa de letras


'Mi hijo no me come'; sí, todos hemos oído esto muchas veces. Yo incluso he llegado a pensar 'pues menos mal, porque si los bocaos que pega son como los del mío cuando confunde mi dedo con el plátano...' Bromas aparte, esto de la comida es una frustración de madre más. Mira que el enano solía comer a las mil maravillas, vamos el nada-típico niño que se queda quieto del todo cuando le das de comer que ni mancha el babero (con eso a su abuelo se le cae la baba y al que le hace falta babero es a él!). Pero dice que por la sémola no pasa, y yo, como una burra, venga a intentar que se coma la sémola!
Yo, con todo mi amor (a veces), he intentado de todo, con pan (porque lo del pan en esta familia es una pasión, y él no se ha librado no, que es ver el pan y se le salen los ojos de las órbitas 'pan, pan, pan' que está a reventar - incluso con arcadas señor!-, y sigue queriendo pan!!!), con huevito en trocitos, con muuuucha hambre, y nada de nada! Me sienta fatal que no se lo coma, ¡a mí me encantaba la sémola!, y me sabe fatal seguir insistiéndole, me frustra muchísimo que no se lo coma pero también el hecho de empecinarme en ello...ais! qué fatal! Total, que traté, por fin, de darle sopita en vez de sémola, y no maravilla no, que eso se parece escandalosamente a la sémola. Yo probé con letritas, y nada, dice que no hay tu tía! Pero si el caldito está buenísimo! y además, que no está la cosa como para tirar el caldo pudiendo aprovecharlo para hacer SÉMOLA!

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