¿A ti qué te pica?
No, no es que nos hayan comido los mosquitos, que también. Pero se trata de otra cosa. Sí, lo hice, ayer concretamente.
Ayer compré una barra gigante de picapica para tomármela con mis dos peque-mayores. Así es, asumo las consecuencias. Si alguien quiere gritarme que soy una mala madre lo asumiré. Pero entré en la paraeta a por otra cosa y las vi ahí, esperando, y pensé: ¿qué cara pondrán los enanos si les doy eso? Y lo hice, la compré. No hay excusas que valgan, fue a conciencia, aunque todo fue muy rápido. Basta de excusas.
Esperamos a tomarla en casa porque en la calle no conseguíamos que bajase bien el picapica, si alguna vez habéis comido estas cosas sabréis que el plástico si se corta con los dientes (los míos, no iba a hacer también que lo cortasen ellos, eso habría sido ya demasiado) se queda hiloso y no cae bien. Yo no lo recordaba, con las prisas y la emoción del momento intenté dárselo en la misma puerta del kiosko (paraeta). Ellos también se emocionaron, les encanta probar cosas nuevas, máxime si proceden de un lugar lleno de chucherías. Pero todos tuvimos que esperar.
Al llegar a casa después del paseo llegó el momento. Se habían portado genial toda la mañana, lo merecíamos. Dejamos a la bebé durmiendo plácidamente (por poco tiempo, porque es llegar a casa y abrir los ojos -y la boca) y nos dispusimos a sentarnos en el sofá. Una vez sentado uno a mi derecha y otro a mi izquierda corté, esta vez con tijeras, la barra de picapica por arriba. Les enseñé cómo tenían que poner la boca (abierta e inclinada hacia arriba para no derramar) y ¡a probarlo!
Les encantó, querían más. Eso sí, sus ojitos se cerraban mientras sus boquitas sonreían picarosas. ¡Qué graciosos son! Poco a poco perfeccionamos la técnica entre los tres. Hubo que cortar varias veces porque chupaban el plástico sin querer y entonces se apelmaza el picapica y no sale bien. Pero fueron contratiempos sin importancia. Hacia el final les enseñé -aunque la pequeña no lo logró- que si echaban la lengua hacia atrás y el picapica les caía debajo de ésta era más intenso el sabor. El mayor consiguió hacerlo, cerró los ojos con fuerza. Genial.
Fue divertido. Ahora a toro pasado soy consciente de que era azúcar a montones, y de que alguien querrá etiquetarme de mala malísima para siempre. Pero miren, soy así. También les castigo y les levanto la voz mucho más de lo políticamente correcto. Espero no perder su custodia por esto. No lo digan en público por favor. En cuanto a esto...lo siento pero me encanta compartir sabores de mi infancia con mis hijos. Ver sus reacciones, si les gustan las mismas cosas (aunque yo nunca he sido muy de picapica). Y sí, seguramente lo volveré a hacer.