Mi marido me ha contado una anécdota que no tiene desperdicio, la quiero compartir con vosotros porque me ha sorprendido y encantado a partes iguales.
Resulta que anoche, después de cenar, mi marido acompañó a nuestro hijo mayor (32 meses) al baño a hacer el "pipí de la noche" antes de ir a dormir (sí, hace un mes que le quitamos el pañal para ir preparando la entrada al cole, ya os contaré qué tal en otra entrada). El caso es que todavía duerme con pañal por si se le escapa algo, pero antes de ponérselo intentamos que haga un pipí para que duerma seco. Pues ayer no quería hacer un pipí. Mi marido insistía en que antes de ir a dormir "toca" hacer un pipí y entonces el peque-mayor le suelta (con su media lengua, que habla bastante bien pero no perfecto):
- Papá, vamos a hablar. No quiero hacer un pipí.
En tono tranquilo y conciliador, a lo que su padre contestó en el mismo tono:
- A ver, el papá se va a trabajar ¿verdad?
Y dijo:
- Sí.
Él le preguntó:
- ¿Tú crees que papá quiere ir a trabajar?
Y contestó que no. Entonces mi marido le explicó:
- Pero me tengo que ir a trabajar aunque no quiera porque así compramos comida y comemos en casa.
Entonces el peque-mayor, que ya se está haciendo muuuy mayor, le dice:
- Vale papá, entonces yo no voy a comer y papá no se va a trabajar.
Y se quedó tan pancho, sin saber que había alegrado el corazón de papá para toda la semana.